Hora de Córdoba |
Por qué prefiero que me llamen hereje en el calentamiento global
Por David Bellamy
The Times – Octubre 22, 2007
No, porque el Centro Hadley de Predicciones Climáticas va en contra de Una Verdad Incómoda”. Su investigación demuestra que desde 1998 la temperatura media del planeta no ha subido, aún cuando la concentración del dióxido de carbono en la atmósfera a seguido creciendo.
Sí, porque al auto proclamado consenso entre los científicos se ha despegado de rigor cuestionador de la ciencia dura y se ha transformado en una causa política. Quienes osamos cuestionar al dogma de los apocalípticos del calentamiento global, que claman que C no sólo significa carbono sino que también quiere decir “catástrofe climática”, somos vilipendiados como herejes o peor todavía, como negadores.
Estoy feliz de ser catalogado como hereje porque a lo largo de la historia los herejes se han plantado frente a los dogmas basados en la intolerancia de intereses creados. Pero no me gusta que me ensucien como un “negador” porque los negadores no creen en los hechos. La verdad es que no hay hechos que relacionen a la concentración de dióxido e carbono atmosférico con una inminente catástrofe provocada por el calentamiento global.
Los insultos pueden ser aceptables en política pero no deberían tener lugar en la ciencia; de hecho, lo que está sucediendo nos recuerda al McCartismo, cono su cacería de brujas. El entendimiento cientí-fico, sin embargo, avanza mediante argumentos razonados, robustos, basados en información bien investigada. De modo que yo me vuelvo hacia simples conjuntos de datos que son desde hace tiempo del dominio público.
Los últimos dos picos en las temperaturas globales fueron en 1998 y en 1934 y las simas de mínimas temperaturas fueron alrededor de 1910 y 1970. La segunda caída de las temperaturas hizo que la ciencia popular y los medios de prensa gritaran Lobo! acerca una Edad de Hielo devastadora e inmi-nente. El Fin estaba Próximo! Entonces, cuando las temperaturas tomaron un rumbo ascendente en los años 80, los catastrofistas cambiaron su música. El Calentamiento global era ahora la catástrofe inminente.
Pero el modelo computado, llamado “Palo de Hockey”, que predecía la catástrofe de un planeta friéndose, demostró que estaba tan “torcido” que desapareció del arsenal de argumentos del IPCC, o Panel Intergubernamental del Cambio Climático en su informe de 2007. Estaba torcido porque la información histórica que usaba para predecir el futuro se remontaba a sólo 1850, cuando el mundo estaba emergiendo de la Pequeña Edad de hielo. No era sorpresa de que la temperatura estuviese subiendo.
En los años 60 yo solía discutir el cambio de clima con mis estudiantes de college en la Universidad de Durham. Yo señalaba a la plétora de evidencia científica publicada que mostraba la naturaleza cíclica del cambio –y cómo, por ejemplo, la última de una serie de edades glaciales había afectado al clima, los niveles del mar y la línea de árboles en todo el mundo. Gracias a Dios que la última camada de glaciares y capas de hielo comenzaron a debilitarse con rapidez hace unos 12.000 años; esto le dio a Gran Breta-ña a oportunidad de liderar la revolución industrial.
Los Romanos criaron viñedos en York y durante el período cálido medieval –cuando las civilizaciones florecieron en todo el mundo- los vikingos cultivaron las tierras bajas de Tierra Verde (de allí el nom-bre Groenlandia) y luego fueron barridos por la Pequeña Edad de hielo que duró aproximadamente desde el Siglo 16 hasta 1850.
No hay manera de escapar del hecho que la concentración de dióxido de carbono estuvo creciendo durante 150 años –y muy uniformemente desde los años 50. Y sin embargo la temperatura no ha crecido siguiendo al CO2. No sólo hubo largos períodos de poco cambio de la temperatura, sino que las oscilaciones de un año para el otro no tienen relación alguna con los cambios en CO2. Más todavía, las líneas de tendencia de la reducción de los glaciares y subida del nivel del mar no han mostrado un marcado cambio desde el gran aumento en el uso de los combustibles fósiles desde la década de 1950.
¿Cómo puede explicarse esto a menos de que hayan otros factores operando y teniendo mayor impor-tancia que el efecto invernadero del CO2. Hay muchos efectos, por supuesto, que se encuentran en la literatura científica con “peer-review”: los ciclos solares, rayos cósmicos, control de las nubes, y esos pequeños traviesos El Niño y La Niña, todos siendo despreciados o aún ignorados por la brigada del calentamiento global.
Vayamos ahora a la documental apocalíptica de Al Gore, ganadora del Oscar “Una Verdad Incómoda”. Primero, ¿para qué asustar a las familias del mundo con cuentos de que los osos polares van camino a la extinción? El año pasado, Mitchell Taylor, del Servicio Nacional Biológico de los EEEUU, declaró que “De las 13 poblaciones de osos polares de Canadá, 11 están estables o creciendo en número. No se están extinguiendo, o siquiera parecen estar siendo afectados hasta hoy.”
¿Por qué crear alarma sobre un potencial aumento y expansión de la malaria, gracias a las tempera-turas más altas, cuando esta enfermedad trasmitida por mosquitos fue un gran asesino de gente en Inglaterra y el norte de Rusia durante la Pequeña Edad de Hielo”.
A pesar de los $50 mil millones de dólares derrochados en el lavado de cerebros de la propaganda verde, los escépticos y sus preguntas inconvenientes están comenzando a hacer sentir su presencia. Una investigación reciente de Klaus-Martin Schulte, del Kings College Hospital, de todos los estudios científicos publicados entre 2004 y febrero de 2007 encontró que sólo el 7 por ciento respaldaba de manera explícita el llamado “consenso” sobre que el dióxido de carbono emitido por el hombre está causando un calentamiento global catastrófico. Más todavía, James Lovelock, el autor y gurú verde, ha cambiado su opinión: recientemente declaró que ni la Tierra ni la especie humana están en peligro.
Sí, el derretimiento del hielo alrededor de Groenlandia abrió hace poco el mítico Pasaje del Noroeste. Y sí, una rápida zambullida en los registros de la Real Sociedad –que estaba en igual lugar posición que Lovelock en el ranking de los predicadores de catástrofes, antes de que éste cambiara de opinión- muestran que ocurrieron fluctuaciones dramáticas mucho antes de que el infernal motor de combus-tión interna comenzara a exhalar dióxido de carbono.
El año 1816 se registró en la historia como el “año sin verano,” gracias a la erupción del Monte Tambo-ra en Indonesia, que veló el cielo de casi todo el mundo con el polvo de su erupción, oscureciendo al sol. Pero en 1817, mientras aún estaba la Tierra en las garras de la Pequeña Edad de Hielo, la Royal Socie-ty estaba muy preocupada por las 2000 leguas cuadradas de hielo alrededor de Groenlandia que habían desaparecido en dos años, y una inundación tan masiva estaba ocurriendo en Alemania que el presidente de la sociedad escribió al Almirantazgo aconsejándole sobre la necesidad de una expedición para que descubrieran la causa de este nuevo calor.
Quizás, cuando 190 años después están ocurriendo cosas similares, la Real Sociedad debería aceptar que el dióxido de carbono emitido por el hombre es muy poco probable que sea el principal causante del “calentamiento global.”
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