Volumen 8, Número 50: 14 Diciembre 2005
En un estudio recientemente publicado en Nature, Byrden et al. (2005) proveen evidencia que sugiere, en sus palabras, que “la circulación de retorno meridional del Atlántico meridional ha reducido su velocidad en un 30% entre 1957 y 2004,” y ellos adicionalmente sugieren que podría tener “profundas implicancias sobre el cambio climático.” En ninguna otra parte este postulado fenómeno se espera que tenga el mayor impacto climático que a lo largo del noroeste de Europa, en donde algunos modelos del clima sugieren que una completa detención de la rama del Atlántico de la circulación termosalina podría reducir las temperaturas en 4º C.
Añadiendo gasolina a la tormenta de fuego de preocupación que se encendió en los medios de prensa popular, estaba Quadfasel (2005), quien discutiendo el trabajo de Bryden et al en un artículo de “News & Views” en la revista Nature, escribió que “los registros paleoclimáticos muestran que las temperaturas atmosféricas del norte pueden caer hasta en 10º C en el término de décadas, y que ”estos abruptos cambios están íntimamente relacionados a cambios en la circulación oceánica.” (las itálicas son nuestras).
Una vez más nos hallamos confrontados con la vieja cuestión del “huevo y la gallina” que invade de igual manera a la discusión sobre el CO2 y el cambio climático: ¿Quién viene primero? ¿Se adelantan los cambios en la circulación termosalina global y son la causa de cambios -íntimamente ligados- del clima? ¿O es al revés? ¿Se dan primero los cambios de clima y luego se producen cambios en las vastas corrientes oceánicas?
Estas preguntas fueron en realidad ampliamente discutidas hace pocos meses en la revista Science por Piotrowski et al. (2005), quienes estudiaron no sólo los cambios paleo-climáticos y en la paleo-circulación en los cilindros de profundos sedimentos del Atlántico Sur, sino también cambios en los “balances” globales y en los mares del Sur del carbono
Su trabajo reveló que durante el inicio y la terminación de la última gran glaciación, “el clima y el volumen del hielo cambiaron primero, seguido a continuación del balance global del carbono, quien fue seguido luego por la circulación oceánica.” Con respecto al tiempo de este eventos, la representación gráfica de Piotrowski et al del inicio de la última glaciación muestra un fuerte enfriamiento hacia unos 5500 años antes de que un gran cambio en el balance del carbono hubiese ocurrido, después del cual hay un intervalo de aproximadamente 2500 años antes de que hubiese tenido lugar una rápida declinación en las corrientes oceánicas.
Por lo tanto, desde el comienzo de un gran enfriamiento al comienzo de una gran reducción de la circulación termosalina, existió un gran intervalo de esencialmente 8000 años. Además, no hubo cambios destacables en la circulación termosalina; la transición de condiciones de completo interglaciar a las de glaciación total ya se habían completado en un 80%, y el 15-20% del resto de la transición se completó gradualmente durante los próximos 8000 años, haciendo en consecuencia que la circulación termosalina sea un factor irrelevante con respecto a la iniciación y/o la definitiva instalación de la última gran Edad de Hielo. Clara-mente, la inversión o frenado de la circulación meridional no fue ni un factor primario como tampoco un significativo amplificador del cambio climático global.
En el caso de los cambios climáticos inter-estadios, sin embargo, Piotrowski eet al informan que “no se han observado consistentes relaciones de 'adelanto-retraso' durante eventos de calentamientos abruptos milenarios durante la última Edad de Hielo, permitiendo la posibilidad de que cambios en la circulación oceánica hayan 'gatillado' algunos de los cambios climáticos milenarios,” lo que con la misma facilidad permite la posibilidad de que los cambios en la circulación oceánica no hayan 'gatillado' a ninguno de los cambios climáticos milenarios como tampoco hayan actuado amplificándolos. Por último, los cuatro investigadores no suministran datos para calentamientos o enfriamientos milenarios abruptos durante el Holoceno, que es el marco de referencia en el tiempo pertinente a la investigación de Bryden et al, probablemente porque no hubo, durante este último período interglacial, calentamientos o enfriamientos a escala milenaria de magnitud comparable a aquellos anteriores a la Edad Glacial.
A la luz de los descubrimientos y no-descubrimientos de Piotrowski et al., uno debería apresurarse a condenar a Europa a un rápido enfriamiento en tiempos futuros basados en las observaciones de Bryden et al, especialmente cuando estos últimos investigadores reconocen abiertamente que la magnitud del cambio en la circulación que ellos observaron está ”incómodamente” cerca de las incertezas asociadas con sus observaciones. Mucho más preferible es la posición informada por Kerr (2005) con que ha sido articulada por Carl Wunsch, del MIT en respuesta a la pregunta de si la circulación termosalina se ha frenado recientemente o se frenará en el futuro. Wunsch simplemente respondió: “No lo sabemos,” que no es nada más que la pura y simple verdad.
Sherwood, Keith y Craig IdsoBryden, H.L., Longworth, H.R. and Cunningham, S.A. 2005. Slowing of the Atlantic meridional overturning circulation at 25°N. Nature 438: 655-657. Kerr, R.A. 2005. The Atlantic conveyor may have slowed, but don't panic yet. Science 310: 1403-1404. Piotrowski, A.M., Goldstein, S.L., Hemming, S.R. and Fairbanks, R.G. 2005. Temporal relationships of carbon cycling and ocean circulation at glacial boundaries. Science 307: 1933-1938. Quadfasel, D. 2005. The Atlantic heat conveyor slows. Nature 438: 565-566.
Los autores evaluaron cambios en el clima de nueve áreas de ambientes con fuertes contrastes en la región de la Pampa Argentina, que toma en cuenta del 90% de la producción de granos en el país, junto con los cambios en los rendimientos de las principales cosechas de la región (soja, trigo, maíz, y girasol). Luego, después de determinar tendencias crecientes de baja frecuencia en los rendimientos debido a mejoras tecnológicas en la genética de las variedades y las técnicas de manejo, más el efecto de la fertilización aérea del histórico aumento de la concentración del CO2, se usaron estas anomalías en los rendimientos anuales y las concomitantes anomalías climáticas para desarrollar relaciones que describen los efectos de las precipitaciones, temperatura e irradiación solar sobre el rendimiento de las cosechas de modo de poder determinar los efectos de largo plazo de estos parámetros climáticos sobre la agricultura en la Argentina.
Qué se descubrióAunque hacienda notar que “los adelantos tecnológicos toman cuenta de la mayor parte de los cambios observados en le rendimiento de las cosechas durante la segunda parte del Siglo 20, que totalizaron 110% para el maíz, 56% para el trigo, y 102% para el girasol, Magrin et al informan que los debido a los cambios del clima entre los períodos 1950 y 1970, y 1970-1999, el rendimiento de las cosechas aumentó 38% para la soja, 18% para el maíz, 13% para el trigo, y 12% para el girasol.
Qué significaEl cambio de clima durante el Siglo 20, que los alarmistas del clima pretenden que no ha tenido precedente durante los pasados dos mil años y a menudo es descrito por ellos como una de las más grandes amenazas jamás enfrentadas por la humanidad, no ha sido, definitivamente, ningún problema para la agricultura en la Argentina. De hecho, los cambios han sido sumamente beneficiosos.
Ichii, K., Hashimoto, H., Nemani, R. and White, M. 2005. Modeling the interannual variability and trends in gross and net primary productivity of tropical forests from 1982 to 1999. Global and Planetary Change 48: 274-286.
Qué se hizoEn un studio de bosques tropicales, los autores dicen que ellos “simularon y analizaron entre 1982-1999 los flujos de carbono Amazónicos, Africanos, y Asiáticos, usando modelo Biome-BGC de pronóstico del ciclo de carbono manejado por el 'Centro nacional de Predicción Ambiental' de reanálisis de datos diarios del clima," después de lo cual ellos “calcularon las tendencias en la productividad primaria bruta (PPB) y productividad primaria neta (PPN)."
Qué se descubrióSe descubrió que la variabilidad solar era el factor primario responsable de las variaciones interanuales en la PPB, seguido de la temperatura y la variabilidad de las precipitaciones, mientras que en términos de tendencias de la PPB, Ichii et al informan que “los recientes cambios en el CO2 atmosférico y en el clima promovieron un aumento terrestre de la PPB con una significativa tendencia lineal en las tres regiones tropicales.” En la región Amazónica, la tasa de aumento del PPB fue de 0,67 PgC año-1 por década (petagramos de carbono = miles de millones de toneladas de carbono) mientras que en África y Asia fue de unos 0,3 PgC por año-1 por década. En el mismo tenor, ellos informan que “el efecto de fertilización por CO2 aumentó fuertemente las tendencias del PPN en los totales regionales.”
Qué significaEn respuesta al supuestamente más dramático efecto del calentamiento global de los últimos dos milenios, que se afirma que ha sido causado por un aún mas sin precedentes aumento de la concentración del CO2 en la atmósfera, los bosques tropicales de la tierra parecen haberlo pasado notoriamente bien, creciendo más robustamente todavía y retirando más carbono del aire en los lugares más cálidos del planeta.
¿Es esta la material de la que están hechas las catástrofes? ¿O es este el tipo de cosas que revela la monstruosa insensatez y absoluta tontería de tales predicciones catastróficas?Almeida-Lenero, L., Hooghiemstra, H., Cleef, A.M. y Van Geel, B. 2005. Holocene climatic and environmental change from pollen records of Lakes Zempoala and Quila, central Mexican highlands. Review of Palaeobotany and Palynology 136: 63-92.
Qué se hizoLos autores analizaron perfiles del polen derivados de cilindros de sedimentos extraídos del lago Zempoala (19°03'N, 99°18'W) y del cercano Lago Quila (19°04'N, 99°19'W) en las tierras altas Mexicanas, a unos 65 km al suoeste de la ciudad de México.
Qué se descubrióAlmeida-Lenero et al determinaron que era generalmente más húmedo que el presente en las tierras altas Mexicanas durante el Holoceno medio. A partir de entonces, sin embargo, sobrevino un gradual secado del clima, y sus datos del lago Zempoala indican que “el intervalo desde 1300 a 1100 AAP (años antes del presente) fue el más seco y representa un extremo desde el Holoceno medio,” notando además que este intervalo de 200 años “coincide con el colapso de la civilización Maya.”
De la misma forma, ellos informan que sus datos del lago Quila también “indican el período más árido informado durante el medio tardío Holoceno desde circa 1300 a 1100 AAP”. Además, ellos indican que la aridez climática durante este tiempo ”también fue notada por Metcalfe et al (1991) para la bacía Lerma (México central)” que “las condiciones secas del clima también fueron reportadas del lago Patzcuaro, México central, por Watts y Bradbury (1982),” y que “las condiciones secas también se reportaron para la bacía Zacapu (Metcalfe, 1995) y para la Península de Yucatán (Curtis et al., 1996, 1998; Hodell et al. 1995, 2001).”
Qué significaBasados en datos proxys de las temperaturas de Norteamérica, parecería que algunas de las condiciones mas secas de la última parte del Holoceno a lo largo de gran parte de México ocurrieron durante la transición climática entre el Período Frío de la Edad oscura y el Período Cálido medieval.
ReferenciasCurtis, J., Hodell, D. and Brenner, M. 1996. Climate variability on the Yucatan Peninsula (Mexico) during the past 3500 years, and implications for Maya cultural evolution. Quaternary Research 46: 37-47.
Curtis, J., Brenner, M., Hodell, D. Balser, R., Islebe, G.A. and Hooghiemstra, H. 1998. A multi-proxy study of Holocene environmental change in the Maya Lowlands of Peten Guatemala. Journal of Paleolimnology 19: 139-159.
Hodell, D., Curtis, and Brenner, M. 1995. Possible role of climate in the collapse of classic Maya civiliza-tion. Nature 375: 391-394.
Hodell, D., Brenner, M., Curtis, J. and Guilderson, T. 2001. Solar forcing of drought frequency in the Maya Lowlands. Science 292: 1367-1370.
Metcalfe, S.E. 1995. Holocene environmental change in the Zacapu Basin, Mexico: a diatom based record. The Holocene 5: 196-208.
Metcalfe, S.E., Street-Perrott, F.A., Perrott, R.A. and Harkness, D.D. 1991. Palaeolimnology of the Upper Lerma Basin, central Mexico: a record of climatic change and anthropogenic disturbance since 11,600 yr B.P. Journal of Paleolimnology 5: 197-218.
Watts, W.A. and Bradbury, J.P. 1982. Paleoecological studies at Lake Patzcuaro on the West Central Mexican plateau and at Chalco in the Basin of Mexico. Quaternary Research 17: 56-70.
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