En el primer día de la Iniciativa Global de Clinton, que se desarrolló en la sala de convenciones de un gran hotel de Nueva York, el Primer Ministro de Gran Bretaña, Tony Blair dijo que hablaría “con brutal honestidad” acerca del Tratado de Kioto y del calentamiento global –y en verdad lo hizo. También habló la Secretaria de Estado, Condo-leezza Rice con suficiente dureza.
Habiendo sido durante varios años un ferviente partidario del Tratado de Kioto, Blair hizo una declaración sorprendente para muchos –pero no para quienes han venido analizando las terribles consecuencias que tendría la implementación de Kioto, y estaban convencidos de que jamás nadie lo adoptaría porque equivalía al suicidio colectivo de cualquier nación. Tony Blair confesó que, “Mi pensamiento ha cambiado en los últimos tres o cua-tro años.” Entonces ¿qué piensa Blair ahora? “Ningún país,” declaró, “va a coartar su desarrollo.” Es decir, ningún país permitirá que el Tratado de Kioto –o cualquier otro tratado global similar– recorte (unos dicen destruya) su economía.
Explorando nuevos campos para futuras negociaciones sobre el cambio climático, Blair dijo que países en rápido crecimiento como China, la India y Brasil no estaban contemplados en Kioto, lo que era una de sus fatales equivocaciones. A nadie le sorprendió que usara la palabra “fatal.” Ahora Blair está reconociendo lo obvio, que después de que el actual tra-tado de Kioto expire en 2012, no habrá ningún otro tratado global de esa natu-raleza. Nadie quiere renunciar al crecimiento económico, al mejoramiento de las condicio-nes de vida de sus pueblos.
¿Qué habrá en lugar de tratados absurdos? Respondió Blair, “Lo que los países nece-sitan hacer ahora es trabajar juntos para desarrollar la ciencia y la tecno-logía… No hay otra manera en que podamos enfrentar este problema a menos de que desarrollemos la ciencia y la tecnología para hacerlo.”
No es otra cosa sino lo que los científicos y pensadores escépticos de la teoría del “calenta-miento global de efectos catastróficos” habían sostenido durante años, sin que los medios de prensa les hubiesen prestado la atención que se debía a un tema tan serio. Que la única manera de enfrentar cualquier problema que pudiese surgir de un aumento de los gases de invernadero y un moderado calentamiento global debía hacerse a través de adelantos cien-tíficos y tecnológicos, y no mediante draconianas restricciones a la energía y al desarrollo económico de las naciones.
La reacción de los medios de prensaComo se ha venido comprobando desde hace años, estas declaraciones de un Primer Minis-tro de Inglaterra ante un auditorio de mil personalidades mundiales no produjeron nin-gún efecto en la prensa. Las ignoraron por completo. Ni el New York Times ni el Wa-shington Post hicieron mención a las palabras de Blair sobre el calentamiento global. La CNN apenas si mencionó que Clinton había reunido promesas por más de 200 millones de dólares para enfrentar problemas globales.
Blair finalmente se rindió ante la evidencia científica y el sentido común, pero sólo cuando se vio con el agua al cuello y la posibilidad real de que ninguno de los países de la Unión Europea decidiese acatar las cláusulas de Kioto. Sin embargo, hace apenas un año, en sep-tiembre de 2004 había declarado que “Kioto es apenas el primer paso pero provee de un sólido cimiento para la nueva etapa de la diplomacia del clima.” Hace pocas semanas, después de las reuniones del G8 en Gleneagles, Blair había intentado aún mantener a flote a Kioto diciendo, “hemos hecho sustanciales progresos sobre el cambio climático.” Afortunadamente para las poblaciones que sufrirían las consecuen-cias de Kioto, el Titanic de Kioto chocó contra el iceberg de la más cruda realidad y se fue a pique.
Para escándalo y horror de las corporaciones ambientalistas mundiales, la Secretaria Con-doleezza Rice declaró que, “la energía nuclear tendrá su parte en la mezcla” [de la producción de energía eléctrica]. Rice añadió que “Francia genera el 80% de su electricidad mediante energía nuclear.” Lo que se constituye en la primera vez que alguien del gobierno norteamericano haya dicho algo positivo sobre Francia.
La Última Batalla de los Verdes
A principios de septiembre, sin embargo, dieciocho organizaciones ultra-ecologistas forma-ron en Londres una coalición con el fin de presentar la última batalla para conseguir impo-ner los viejos postulados del Club de Roma y poner “límites al crecimiento”, detener el desarrollo a nivel global. Bajo la bandera de “Detengan el Caos Climático”, la coalición formada por grupos como Greenpeace, el WWF, Amigos de la Tierra, Gente y Planeta, Oxfam, etc, se constituye en el postrer esfuerzo para imponerles Kioto a los pueblos del mundo y detener el desarrollo económico e industrial. Su bandera tendría que haber dicho, “Detengan la Explotación Política del Caos Climático”.
Aprovechando cínicamente la catástrofe del huracán Katrina, los ecologistas sostienen que las naciones del G8 no actuaron de manera apropiada para conseguir que Estados Unidos adoptase las políticas Kioto. Haciendo las falsas acusaciones, tomadas y repartidas a man-salva por la prensa adicta al amarillismo informativo, la coalición intenta convencer al pú-blico de que George Bush es el culpable de que el huracán Katrina haya pasado por Nueva Orleáns. Culpar a la especie humana de causar un aumento de huracanes es ya una falacia anticientífica de proporciones gigantescas, pero extender esa culpa a una sola persona in-gresa ya al terreno del delirio fantasioso digno de Steven Spielberg o Matrix Recargado.
La evidencia científica e histórica desmiente las afirmaciones de un aumento de los hura-canes causado por el calentamiento global, como lo dejan muy claramente establecido los científicos en la División de Investigación de Huracanes de la NASA NOAA/AOML cuando afirman que
“No hemos observado un aumento a largo plazo en la intensidad o frecuencia de los huracanes del Atlántico. En realidad, 1991-1994 marcó el período de cuatro años más tranquilos en el registro, con apenas un poco menos de 4 huracanes por año. En lugar ver una tendencia de largo alcance hacia arriba o abajo, vemos un régimen casi cíclico multidécadas que alterna entre fases activas y quietas para los huracanes en el Atlántico, a una escala de 25 a 40 años cada una.”
El único aumento observado es en el costo de la reparación de daños causado por un au-mento en la población que se ha mudado a las zonas costeras, la inflación y el aumento de los precios en las construcciones modernas. La creencia de que los huracanes han crecido en intensidad y frecuencia es un invento malintencionado de quienes pretenden imponer agendas de freno al progreso y al desarrollo. Los climas más severos han estado siem-pre relacionados con tiempos fríos, no cálidos. Las tormentas y tornados ocurren a lo largo de las fronteras entre el aire subtropical cálido y el frío aire polar, región conocida como el Frente Polar. La potencia de las tormentas es una función de la diferencia de temperaturas en el Frente conocido como el Index Zonal. La teoría del calentamiento global dice que el aire polar se calentará más que el aire subtropical y de tal manera se reducirá la diferencia de las temperaturas y el potencial para climas y eventos de tiempo extremo. Un clima más cálido disminuirá la frecuencia y potencia de los huracanes.
El Tratado de Kioto fue un intento de controlar, limitar y aún debilitar a las naciones in-dustrializadas basadas en la práctica del moderno capitalismo. Maurice Strong, el artífice de la Conferencia de Río 92 y su engendro Kioto, ha dicho de manera repetida “¿No es la única esperanza para el planeta que las naciones industrializadas colap-sen? ¿No es nuestra responsabilidad hacer que ello suceda?” Ahora Kioto ha sido desenmascarado, y se hizo inoperable porque impone un costo desmesurado sin absolutamente ningún beneficio. Todos los intentos que se hicieron para relacionarlo a la contaminación fracasaron sin remedio. Charles Dumont, del Lombard Street Research afirma: “No impediría el calentamiento global” y ubica al costo total en los 16 trillones de dólares. Esa cantidad de dinero saldrá de los bolsillos de los consumidores, todos nosotros pobres “perejiles” –y terminará en los bolsillos de quienes han estado impulsando a Kioto todos estos años y en los de sus ayudantes en los medios.
Abundantes Hipocresías
Los líderes europeos que fueron al G8 sabían que no podían cumplir con los compromisos exigidos por Kioto, a pesar de tener metas mucho menores que las de los Estados Unidos. También conocían el pacto firmado antes de la reunión por las naciones que no habían ratificado a Kioto, que eran Estados Unidos, Australia, Japón, India, China y Corea del Sur, que no por casualidad toman cuenta del 45% de la población mundial, 48% de la producción de gases de invernadero, y 48% del consumo y generación de energía mundial. Tres de ellos, Estados Unidos, India y China, liderarán la economía mundial del siglo 21.
El comunicado que se emitió al final de la reunión del G8 en Gleneagles, Escocia, fue un doblar de campanas tocando a difuntos para Kioto y las esperanzas del Club de Roma y la Coalición de 18 ONGs ecologistas. El comunicado decía, “Mientras las incertidumbres per-manecen en nuestra comprensión de la ciencia del clima, sabemos lo bastante para actuar ahora y ponernos en un camino de frenar y, a medida de que la ciencia lo justi-fique, detener y revertir el crecimiento de los gases de invernadero.”
Las palabras malditas que enfurecieron a los extremistas del clima y les revelaron la trai-ción de sus “ministros” asesinando a Kioto por la espalda eran “frenar”, y “a medida de que la ciencia lo justifique.” La impaciencia verde no admite “frenar” y la “ciencia” ha sido siempre su peor enemiga.
El Rey ha muerto, Kioto ha muerto – de muerte súbita. Esperemos que ni al Rey ni a Kioto se los quieran resucitar. Escribía yo en Agosto de 2004, en el artículo titulado Kioto: Un Rasputín Diplomático,
“Hay posibilidades de que la Duma decida finalmente ingresar al selecto grupo de creyentes en las supersticiones que abundan en el clima. En poco tiempo más po-dremos ver cuáles son las concesiones políticas, económicas, y financieras que los diputados en la Duma le arrancarán a la Comunidad Europea como un “chanta-je ecológico” - un rescate para entregar al rehén de la ratificación y hacer que el Tratado siga caminando como Rasputín, el Zombi que se niega a morir.”
Vimos cómo Kioto, como un verdadero Rasputín diplomático, era primero asesinado por la larga negativa de Moscú a ratificar el tratado, y luego resucitado al ratificar Kioto en sep-tiembre de 2004 –a cambio de buenas concesiones. Pero creemos que esta vez ha sido por fin arrojado a las heladas aguas del Moskva – pero no por un Príncipe Raskolnikov, sino por un plebeyo Primer Ministro Inglés llamado Tony (Tachuela o Sardinita?) Blair.
Eduardo FerreyraVea el tiempo en Argentina
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