por Sherwood, Keith y Craig Idso
Traducido del sitio web: CO2Science.org
Volumen 10, No. 14; Abril 4, 2007
“Si Groenlandia se derrite o se rompe y se desliza hacia el mar –o si la mitad de Groenlandia y la mitad de la Antártida se derriten o se quie-bran y se deslizan hacia el mar, los niveles del mar en todo el mundo aumentarían entre 18 y 20 pies [6 y 7 metros].
Al Gore, en “Una Verdad Inconveniente.”
Después de hacer esta dramática declaración que en verdad es correcta a causa de los dos importantes “si” que contiene – Gore cita de manera aprobatoria al británico Sir David King diciendo “los mapas del mundo tendrán que ser dibujados nuevamente,” como si la ocurrencia de este hipotético escenario fuese algo que de podríamos esperar ver en algún momento del futuro próximo. Y para hacer su argumento más vidualmentye incisivo, Gore ilustra lo que le sucedería a Florida, la Bahía de San Francisco, Holanda, Pekín, Shangai, Calcuta, Bangla Desh y Manhattan, sugiriendo que deberíamos comenzar a prepararnos para lo que él implica que sería una seria amenaza de comparable con las grandes preocupaciones actuales. La perspectiva suministrada por la ciencia del mundo real, sin embargo, es algo muy, pero muy diferente.
En la edición del 16 de marzo 2007 de la revista científica Science, que destaca el actual estado de la ciencia de las regiones polares en el comienzo del Año Polar Internacional, Shepherd y Wingham (2007) revén lo que lo que se conoce acerca de la contribución al nivel del mar que surge del desgaste de las capas de hielo de la Antártida y Groenlandia, concentrándose en los resultados de 14 estimaciones basadas en observaciones satelitales de los desequilibrios de las capas de hielo polares que se han derivado desde 1998.
Estos estudios han sido de los tres tipos más importantes –análisis estándar del balance de masa, mediciones de altimetría del cambio de volumen de las capas de hielo, y mediciones de los cambios en la atracción gravitacional de las capas de hielo- y ellos han rendido una diver-sidad de valores, variando desde un aumento del mar equivalente a 1 milímetro anual hasta un descenso del nivel equivalente a 0,15 mm al año.
De estos tres enfrentamientos al problema, los resultados de la última técnica, según Sepherd y Wingham, “son más negativos que aquellos provistos por el balance de masas o la altimetría.” ¿Por qué? Porque, según sus palabras, “la técnica basada en la gravedad es nueva y,
Todavía tiene que surgir un consenso sobre los errores de medición,
Es posible una contaminación del cambio de las masas oceánicas y atmosféricas, y
Los resultados dependen del método usado para reducir la información.”
Además, ellos dicen que:"El registro del Experimento de Recuperación de Gravedad y Clima (GRACE, por Gravity Recovery and Climate Experiment), tiene sólo tres años de extensión, y
Es por ello particularmente sensible a las fluctuaciones de corto plazo del comporta-miento de las masas de hielo que podrían no ser indicativas de lo que podría ocurrir en un marco de tiempo de mayor longitud.
Aún cuando se incluyen estos resultados estimativos muy posiblemente inflados, sin embargo, los dos investigadores llegan a la conclusión de que la actual “mejor estimación” de la contri-bución del desgaste del hielo polar al cambio del nivel del mar es un aumento de 0,35 milíme-tros por año, lo que al cabo de un siglo se remonta a apenas 35 milímetros o, para mejor compararlo con los 6 a 7 metros profetizados por Al Gore –un poco menos de una pulgada y media.
Y aún este nada impresionante aumento del nivel del mar podría llegar a ser demasiado gran-de, porque si bien dos de los mayores glaciares de salida duplicaron su tasa de pérdida de hielo en menos de un año en 2004, causando que muchos alarmistas clamaran que la capa de hielo de Groenlandia estaba respondiendo mucho más rápido al calentamiento global de lo que cualquiera pudiera haber esperado, el estudio de Howat el al (2007) –en el mismo número de Science donde aparece el estudio de Shepherd y Wingham –que las tasas de pérdida de masa de ambos glaciares “disminuyeron en 2006 a casi las tasas anteriores.” Y estas observacio-nes, en sus palabras, “sugieren que tiene que ponerse especial cuidado en la manera en que se evalúan las estimaciones de balance de masas de hielo, en particular cuando se extrapo-lan al futuro, porque los picos de corto plazo pueden proporcionar tendencias a largo plazo erróneas.”
A la luz de estas muchas observaciones, sentimos que debería ser obvio para todas las perso-nas razonables que el antiguo vicepresidente de los Estados Unidos ha implicado mucho más de lo que está científicamente justificado acerca del futuro comportamiento de las capas de hielo de la Antártida y Groenlandia, y su impacto en los niveles del mar. En verdad, Gore ha implicado mucho más de lo que sería justificado.
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