Por Eduardo Ferreyra
Las últimas noticias sobre el clima en el mundo parecen mostrar que el calen-tamiento global no es tan global como parece, y mucho menos calentamiento catastrófico como quieren que la gente crea. Es hora de que el IPCC comience a bajar el barrilete del calentamiento global catastrófico y lo reemplace por el del enfriamiento global.
La oficina técnica del clima de Nueva Zelanda emite partes mensuales con el resumen de cada mes y también resúmenes anuales y estacionales sobre lo sucedido con el clima de ese país. En su informe para el verano 2006-2007, es decir, entre diciembre 2006 y mediados de marzo 2007, el parte dice lo siguiente, que puede leerse en Inglés en su sitio web:
Los informes del Servicio Meteorológico Nacional para el presente mes de abril indican que la dismi-nución de las temperaturas máximas ha sido lo más notable, mostrado en su mapa de “Anomalías de la temperatura máxima media”:
En el mapa se ve un enfriamiento de entre 1 y 2º C para gran parte del centro y norte del país, un enfriamiento (que es constante) en la región Patagónica al norte de los glaciares Perito Moreno y Upsala, y una temperatura dentro de los valores normales (en la zona indicada por el color rosado claro).
Hubo temperaturas por encima de lo normal en la región costera de Santa Cruz y Chubut, y en el rincón norte de Formosa, Chaco y Corrientes, de entre 1 y 2º C. Es importante que la gente com-prenda que el clima es variable, no sólo en las distintas regiones dentro de un país, sino en las distintas regiones del mundo. Es importante que se comprenda que la figura retórica de “clima global” no tiene un significado físico real, como tampoco lo tiene la expresión “temperatura media global”, como lo expresan muy bien los expertos en clima Dres. Christopher Essex, Ross McKitrick y Bjarne Andresen, en su estudio científico publicado en febrero pasado, “¿Existe una Tempera-tura Global?,” en el Journal of Non-Equilibrium Thermodynamics, 2007, Vol. 32, pp. 1–27, don-de su abstracto propone:
“Abstracto: se emplean campos observacionales y matemáticos para mostrar que no existe una temperatura de significado físico para la tierra, en el contexto del tema del calentamiento global. Mientras que siempre es posible construir estadísticas para cualquier conjunto de registros de temperaturas locales, es matemáticamente permisible un rango infinito de tales estadísticas si los principios físicos no proveen una base explícita para escoger entre ellos. Distintas e igualmente válidas reglas estadísticas pueden y de hecho lo hacen, demostrar tendencias opuestas cuando se aplican a los resultados de cálculos de los modelos físicos y datos reales de la atmósfera. Un campo cualquiera de temperatura puede igualmente ser interpretado como “calentamiento” o “enfriamiento” simultáneamente, haciendo que el concepto de calentamiento en el contexto del debate sobre el calentamiento global sea erróneo.
Más adelante amplían sus conceptos al exponer sucintamente una serie de conceptos asumidos como ciertos pero que necesitan ser revisados:
“Está claro que existen falsos conceptos acerca de los campos de las temperaturas no en equili-brio. Este paper sirve para exponer e identificarlos con referencia específica a la medición del cambio climático. Tienen que ser resumidas por los siguientes puntos, que son tratados más ampliamente a los largo de este estudio.
La suma de los promedios de las temperaturas individuales en el campo no son temperaturas. Tampoco son proxys para la energía interna.
Las temperaturas de un campo (individualmente o promediadas) no impulsan la dinámica ni a la termodinámica. En vez de ello, la dinámica está manejada por gradientes y diferencias en temperaturas y otras variables.
Un promedio espacial global no puede ser un índice para condiciones locales, de otra manera se requerirían dependencias no locales (por ej.; “termodinámica a cierta distancia”).
La utilidad de cualquier promedio espacial global de un campo de temperatura como un índice para condiciones globales ha sido supuesta pero no demostrada.
Es fácilmente demostrable que las diferentes reglas de promediados espaciales de las temperaturas pueden contener tendencias contrapuestas en el tiempo (por ej.: algunas aumentan y otras disminuyen con el tiempo) cuando los dos campos que se comparan tiene un solapado del rango como acontece en este contexto.
Por supuesto, el estudio es complicado y se requiere una sólido conocimiento de las matemáticas, la física y la termodinámica para comprender a fondo la importancia del concepto: no existe una temperatura media global, porque no se puede medir y porque no existe un clima global. Los climas son regionales o locales, y aún así para obtener un promedio de esas áreas muy pequeñas son necesarios una enorme cantidad de termómetros exactamente calibrados.
Entre otras cosas, aún si por convención se aceptara para mayor comodidad o mayor facilidad de visualizar una imagen del comportamiento del clima de la tierra, ese “clima global” sería apenas el clima y las temperaturas que existen a 2 metros sobre el nivel del suelo. Un ejemplo ilustra el concepto: la temperatura en Córdoba es de 24º C y en Buenos Aires es de 19º C. Las diferencias en presión barométrica y las diferencias en humedad ambiente y densidad del aire hacen que un pro-medio 24 + 19 = 44 / 2 = 22º C, no tenga ningún significado físico real, porque habría que corregir por las diferencias en altura sobre el nivel del mar, presión atmosférica, humedad y densidad del aire. Una vez corregidas las diferencias el promedio podría ser 20.8º C o cualquier otra cifra entre 22 y 19, dependiendo del valor de los diferentes parámetros.
También es un problema muy difícil de resolver para acercarnos a un verdadero promedio global de las temperaturas, el hecho de que se usan estaciones meteorológicas que son el “promedio” de una enorme extensión de varios miles de kilómetros cuadrados porque es la única que hay, como ser en Siberia o en el centro de Australia, como Alice Springs. Los climatólogos hablan entonces del “peso” de esa estación en el resto del mapa de estaciones.
Otra falencia en las temperaturas globales es la temperatura de los océanos, que son obtenidas me-diante algunos cientos de boyas espaciadas entre sí por algunos cientos o a veces miles de kilóme-tros, registrando temperaturas que no son uniformes en una región, tal como se aprecia por las observaciones de los satélites. Y por último está el asunto de que el número de estaciones de medi-ción que se usan para calcular la “temperatura media global” han estado disminuyendo de manera acelerada en los últimos años, pasando de unas 12000 a menos de 2100 (y en disminución), como lo informa NASA/GISS en su pagina "Estaciones".
Y no queremos ingresar ahora en el más candente de los temas que afectan a las tendencias en las temperaturas: el efecto de la “isla de calor urbano,” el mayor calor que se registra en las ciudades, y que aumenta su diferencia con las estaciones rurales circundantes a medida de que aumenta el grado de urbanización. Un caso muy elocuente es el de San Pablo, Brasil, cuyo crecimiento urbano a partir de la década de 1950 fue meteórico, pasando de una población de unas 500.000 personas a una de más de 20 millones en el Gran Sao Paulo.
Donde se aprecia que el crecimiento de la ciudad fue acompañado de un fuerte y sostenido creci-miento de la temperatura media. Pero aún durante este crecimiento de la ciudad y la temperatura se observan periódicos enfriamientos severos de un año para el otro, que no se condicen en absoluto con el paulatino crecimiento del dióxido de carbono en la atmósfera. Ese punto no ha podido todavía ser explicado por los modelistas de clima quienes aceptan, muy a regañadientes, de que esos perió-dicos enfriamientos obedecen a una variación natural de clima.
Y todo se reduce finalmente al hecho innegable que el clima varía no sólo de una estación para la otra, de un año para el otro y de una década para la otra, sino que cuando sucedió no lo hizo siguien-do el aumento lineal del CO2 sino que parece guardar una correlación mucho más estrecha con las variaciones en la actividad del sol. Este asunto de las variaciones del sol les pone los pelos de punta a los modeladores porque no aciertan todavía a modelar ni las nubes, ni el efecto que el viento solar y los rayos cósmicos tiene sobre el clima.
Son demasiadas las evidencias que van apareciendo día a día sobre que le calentamiento normal que venía ocurriendo en la tierra desde mediados de la década de los 80 ha culminado en 1998, y desde entonces las temperaturas se mantuvieron estables y han comenzado a descender en muchos luga-res del mundo, de una manera similar a la que ocurrió en la década de los 40. Se vuelve a repetir el fenómeno de enfriamientos y calentamientos que siguen más a las variaciones del sol que al aumen-to de gases de invernadero. Después de todo, estamos al final del ciclo solar 23, en su período de mínima actividad, y las predicciones de los astrónomos y astrofísicos solares indican que el próximo Doble Mínimo Solar Landscheidt ocurrirá en el 2020.
Recordemos que el Dr. Theodore Landscheidt, en honor de quine el próximo doble mínimo solar ha sido bautizado, predijo que el frío comenzará a hacerse sentir a partir del 2006 y 2007. Landscheidt acertó todas sus predicciones sobre la aparición y duración de los Niños de 1998, 2003 y 2006, y lo hiso con tres años de anticipación, proeza que ni los más famados climatólgos de la NASA o del Hadley Center de Gran Bretaña han conseguido nunca. De manera que hay muchas, demasiadas probabilidades a favor de que una vez más, Landscheidt vuelva a acertar la lotería.
Consejo al IPCC y su legión de alegres fiesteros en los Congresos donde quieren “salvar” al planeta: bajen el barrilete que vienen vientos demasiado fríos. Abríguense y comiencen a organizar congre-sos en países tropicales para ver como salvar al planeta del congelamiento…
Eduardo FerreyraVea desde donde nos leen
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