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Kyoto ya está andando
por Carlos Wotzkow

Los ecologistas oficiales u oficiosos viven del Apocalipsis. Sin la catástrofe continuamente anunciada creen que peligra su sueldo.

Federico Jiménez Losantos


Hoy ha comenzado el tratado de Kyoto. España lo ha anunciado a bombo y platillo y claro, ha repetido mil veces que los únicos en no ratificar el trasto (¿o debería repetir tratado?) han sido los norteamericanos y los australianos. Pero Kyoto ha comenzado y España, que se suponía que a estas alturas estuviera trabajando en serio para cumplir con las porquerías que firma, ha sobrepasado su cuota de emisión de CO2 en más de un 30 %. Esto, hecho público hoy, el día en que Kyoto ha echado a andar.

A finales de los 90, los sesudos del tratado decían que el Dióxido de Carbono generado por la utilización de combustibles fósiles era el responsable del cambio climático y que, de seguir las cosas como iban, para el año 2100 el mar habría aumentado su nivel en medio metro. Hoy, la televisión española, alarmista como no hay otra, anuncia que, de no cumplirse con lo pactado, el mar aumentará su nivel en un metro para el 2010, o sea, 9 veces más rápido al terror planeado por Greenpeace en 1997. En realidad esto de Kyoto es un cachondeo redondo para los ecologistas, veamos por qué.

Lo inicial es que cada país reduzca en un 5 % sus emisiones de CO
2 las que tenía antes de 1990, y que hoy equivalen al 60% de las que emiten hoy - pero si no lo logra, debe comprar esa cuota transfiriendo tecnologías, o plantando árboles donde mejor le venga en ganas. O sea, en la Antártica o en el Sahara, da igual. Pero ocurre que China, uno de los principales países contaminantes del planeta, queda liberada de semejante imposición (¿es que alguien puede imponerle algo a China?), pues los ecologistas sabían de antemano que China se pasaría a los de Kyoto por donde mismo se pasó a los mismos japoneses 50 años antes.

Ahora bien, los Estados Unidos es el país que más se ocupa de reforestar su superficie nacional. Al ritmo que los gringos plantan árboles, en el supuesto de que ellos fueran parte del protocolo, estarían en el derecho de convertir toda su producción de automóviles en una industria de autos con motores de más de 10 litros de capacidad. Seamos honestos, sólo con lo que se repuebla de bosques Norteamérica, Kyoto ya está en deuda con la participación ambientalista de los malvados imperialistas que hoy se niegan a firmarlo. Un detalle, una hectárea replantada de árboles equivale a unos 8'000, o 35'000 dólares, según les parezca a estos ecos.

Ahora bien, ¿qué pasaría si es España la que tiene que pagar con árboles? Y me hago la pregunta porque en España se queman cada año más árboles de los que se plantan. ¿Se imaginan? El PSOE tendría que salir corriendo a la EU a pedirles fondos de cohesión para plantar más arbolitos y claro, al cabo de 5 años, dirían en algún telediario que las posturas se quemaron y nadie mencionaría los 156 millones que España tuvo que pagar este año por multas que le impuso la UE al descubrir las plantaciones ilegales de viñedos que hicieron con un dinero europeo que debía haberse dedicado a la reforestación.

En otras palabras, la tomadura de pelo que representa este tratado amparado por las firmas de los estados europeos es la cosa más absurda que uno se pueda imaginar. La clase trabajadora será al final la más engañada y los políticos tendrán siempre nuevos mecanismos para decir que las cuotas sobrepasadas, en aras de competir económicamente contra el imperio norteamericano, ya fueron pagadas a los países del sur que, como es usual, fueron negligentes y no protegieron los arbustitos que con tanto amor los rubitos del norte les ayudaron a plantar. ¡Acabáramos con estos irresponsables cuarto mundistas!

Antes de terminar debo decirles que me he concentrado a hablar de los árboles y del CO
2 porque esta locura de Kyoto es un sinsentido total y al menos hablar de uno de sus disparates podría ayudarnos a valorar mejor este alarmismo interesado de los calenturientos ecologistas. ¿Sabían ustedes que los bosques generan hojarasca? ¿Sabrán los ecologistas que la hojarasca genera millones de bacterias que se encargan de digerir esa materia orgánica en descomposición? Sabrán los pobres ciudadanos a los que la televisión engaña que esas bacterias y materia en descomposición generan más toneladas de CO2 que aquellas que se intentaban absorber plantando árboles?

Para serles sincero, el mundo está tan superpoblado de tontos que creo que me meteré a ecologista. Para demostrarlo, les diré que llevo un mes limpiando la taza del inodoro de la casa sin ácidos ni detergentes. Esas son substancias tóxicas. Para lograr mi objetivo aplico un vino español que en la etiqueta indica Rioja. No pueden imaginarse lo bien que limpia las piezas del baño ese vinagre ibérico, aunque los colorantes artificiales que lo hacen rojo hagan pensar que no funciona. ¡Viva el tratado de Kyoto, y los millones de euros que desde ahora tendrán que transferir los tontos europeos a los países pobres!

Ah, y a mi ya me está faltando el aire, capaz que ponga una querellita en Estrasburgo y me gane en ella los euros que necesito para comprarme un inmenso Hummer.

Carlos Wotzkow
Bienne, Suiza, Febrero 16, 2004



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