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Cambio Climático:
Información Incorrecta
en el CO2 pre-industrial


NOTA de FAEC: Este documento es la declaración escrita por el Profesor Zbigniew Jaworowski, para el Comité de Comercio, Ciencia y Transporte, del Senado de los Estados Unidos, en Marzo de 2004. Presenta la evidencia científica que destruye el último puntal sobre el que descansaba la "hipótesis antropogénica del calentamiento global catastrófico", impulsada por el IPCC y sus creadores.

El Tratado de Kioto y todas sus recomendaciones a los gobiernos para que implementen medidas tendientes a reducir la emisión de dióxido de carbono eliminando el uso de los combustiblers llamados fósiles, se basan en las proyecciones de modelos computarizados del clima que toman en cuenta, para calcular el ritmo de crecimiento del CO2 atmosférico, del contenido supuesto de este gas en el siglo 19 y anteriores. Para determinar esos niveles de CO2 en el aire se usaron técnicas de análisis de los gases atrapaados en los hielos de diversos lugares del mundo, en glaciares de Europa, América, Asia, Groenlandia y la Antártida.

En esta declaración, el Prof. Jaworowski aporta los fundamentos que demuestran la manera casi fraudulenta en que esta información fue obtenida y usada por el IPCC para proponer medidas que causarán un violento colapso de las economías de muchos países del mundo - en caso de que sean implementadas como las recomienda en su Resumen para Hacedores de Políticas de 2001.

Queda librado al criterio y conocimiento científico de los lectores la validez de las conclusiones del Dr. Zbigniew Jaworowski, quien es ya bien conocido por nuestros lectores porque ha contribuido con numerosos artículos a nuestro sitio de Internet.

Eduardo Ferreyra
Presidente de FAEC



Declaración del Prof. Zbigniew Jaworowski
Presidente del Consejo Científico del Laboratorio
Central de Protección Radiológica

Varsovia, Polonia


Soy Profesor en el Laboratorio Central de Protección Radiológica (CLOR) en Varsovia, Polonia, una institución gubernamental, involucrada en estudios ambientales. CLOR tiene una relación de "Enlace Especial" con el Consejo Nacional de Protección Radiológica de los Estados Unidos, (NCRP). En el pasado, durante diez años, CLOR cooperó estrechamente con la Agencia de Protección del Ambiente (EPA), en la investigación sobre la influencia de la industria y las explosiones nucleares en la polución del ambiente global y la población.

He publicado unos 280 artículos de estudios científicos, entre ellos unos 20 sobre los problemas del clima. Soy el representante de Polonia en el Comité Científico sobre los Efectos de las Radiaciones Atómicas (UNSCEAR), y entre 1980-1982 fui el presidente de este comité.

Durante los últimos 40 años estuve involucrado en estudios de glaciares, usando nieve y hielo como matriz para la reconstrucción de la historia de la polución causada por el hombre en la atmósfera global. Una parte de esos estudios estaba relacionada con asuntos del clima. Los registros de CO2 han sido ampliamente usados como prueba de que, debido a las actividades del hombre, el actual nivel de CO2 atmosférico es un 25% más alto que en el período pre-industrial. Estos registros se convirtieron en los parámetros básicos de los modelos del ciclo global del carbono y una piedra angular de la hipótesis del calentamieno global causado por el hombre. Estos registros, sin embargo, no representan la realidad de la atmósfera, como demostraré en mi declaración.

Antecedentes Relevantes

Para estudiar la historia de la polución industrial de la atmósfera global, entre 1972 y 1980, organicé 11 expediciones a glaciares, que midieron contaminantes naturales y causados por el hombre, en precipitaciones contemporáneas y antiguas, preservadas en 17 glaciares en el Ártico, Antártida, Alaska, Noruega, los Alpes, el Himalaya, las Montañas Ruwenzori de Uganda, los Andes Peruanos, y las Montañas Tatra de Polonia.

También medí los cambios de largo plazo del polvo en la troposfera y la estratósfera, y el contenido de plomo en los humanos que vivieron en Europa y otros lugares durante los últimos 5000 años. En 1968 publiqué el primer estudio sobre contenido de plomo en el hielo de glaciares.[1]. Más tarde demostré que en el período pre-industrial el flujo total de plomo a la atmósfera global era más alto que en el siglo 20, que el contenido atmosférico de plomo está dominado por fuentes naturales, y que el nivel de plomo en los humanos durante las épocas Medievales era de 10 a 100 veces más alto que en el siglo 20.

Nota de FAEC: Estos estudios sobre el plomo fueron el motivo central del Capítulo 8 del libro Ecología: Mitos y Fraudes "El Plomo de las Naftas: Un Mito Costoso", que puede leerse en Capítulo 8: El Plomo

En los años 90 estaba trabajando en el Instituto Noruego de Investigación Polar en Oslo, y en el Instituto Nacional de Investigación Polar de Japón, en Tokio. En este período estudié los efectos del cambio de clima en las regiones polares, y la confiabilidad de los estudios en glaciares para la estimación de la concentración de CO2 en la atmósfera del pasado antiguo.

Falso Bajo Nivel de CO2 pre-Industrial en la Atmósfera

Las determinaciones del CO2 en cilindros de hielo polar se usan comúnmente para estimar los niveles del CO2 de las épocas pre-industriales. El profundo estudio de estas mediciones me convenció de que los estudios glaciológicos no son capaces de proveer una confiable reconstrucción de las concentraciones de CO2 de la antigua atmósfera. Esto se debe a que los cilindros de hielo no satisfacen cabalmente los criterios esenciales de los sistemas cerrados. Uno de esos criterios exige que haya ausencia de agua líquida en el hielo, que puede cambiar dramáticamente la composición química de las burbujas de aire atrapadas entre los cristales de hielo. Este criterio no se cumple, dado que hasta el hielo más frío de la Antártica (hasta -73º C) contiene agua líquida. (2)

Más de 20 procesos físico-químicos, en su mayoría relacionados con la presencia de agua líquida, contribuyen a la alteración de la composición química original de las inclusiones de aire en el hielo polar. (3)

Uno de estos procesos es la formación de hidratos gaseosos, o "clathrates". En el hielo profundo fuertemente comprimido todas las burbujas de aire desaparecen, dado que bajo la influencia de la presión los gases se transforman en clathrates sólidos, que son pequeños cristales formados por la interacción del gas con moléculas de agua. Las preforaciones descomprimen a los cilindros de hielo extraídos del hielo profundo, y contamina a los cilin-dros con el fluido de perforación con que se llena al agujero perforado. La descompresión conduce a densas fracturas horizontales en los cilindros, por un bien conocido proceso de formación de capas (o "sheeting").

Luego de la descompresión de los cilindros de hielo, los clathrates sólidos se descomponen en una forma gaseosa, explotando en el proceso como si fuesen granadas microscópicas. En el hielo libre de burbujas las explosiones forman nuevas cavidades de gas y nuevas fracturas. (4)

A través de estas fracturas, y en resquebrajaduras formadas durante el "sheeting", una parte del gas se escapa primero hacia el fluido de perforación que llena el agujero, y una vez en la superficie hacia el aire atmosférico. Gases particulares, CO2, O2, v N2, atrapados en el profundo hielo congelado, comienzan a formar clathrates, y abandonan las burbujas de aire a diferentes presiones y profundidades. A temperatura del hielo de -15º C la presión de disociación del N2 es de unos 100 bars, para el O2 es de 75 bars, y para el CO2 es de 5 bars.

La formación de los clathrates del CO2 comienza en las capas de hielo a unos 200 metros de profundidad, y los del O2 y N2 a 600 y 1000 metros, respectivamente. Esto conduce al agotamiento del CO2 en el gas atrapado en las capas de hielo. Por ello es que los registros de las concentraciones de CO2 en las inclusiones de gas del hielo polar profundo muestran valores más bajos que los de la atmósfera contemporánea, aún para las épocas cuando la temperatura global de la superficie era más alta que la de hoy.




Figura 1: Concentración de CO2 en las burbujas de aire de hielo pre-industrial extraido en Siple, Antártida (cuadrados blancos) y de la atmósfera de Monte Mauna Loa, Hawaii 1958-1986 (línea sólida): (a) Datos originales de Siple sin suponer una edad 83 años más joven para el aire que la edad del hielo que lo encierra. Y (b) los mismos datos después de la "corrección" arbitraria de la edad del aire. (Neftel et al., 1985; Friedli et al., 1986, y IPCC, 1990)

La información de los cilindros de hielo de baja profundidad, como los de Siple, Antártida, (5, 6), es usado ampliamente, especialmente por el IPCC, como prueba del aumento del CO2 atmosférico causado por el hombre. Esta información muestra una clara correlación inversa entre las decrecientes concentraciones de CO2 y la presión de carga que aumenta con la profundidad. (Figura 1A). El problema con la información de Siple (y con otros hielos de baja profundidad) es que la concentración de CO2 hallada en el hielo pre-industrial a una profundidad de 68 metros (por encima de la profundidad de formación de los clathrates)era "demasiado alta". Este hielo fue depositado en 1890 y los niveles de CO2 eran de 328 ppmv, no de 290 ppmv, como era necesario para demostrar la hipótesis del calentamien-to global causado por los humanos. Los niveles de 328 ppmv fueron medidos en Mauna Loa, Hawaii en 1973 (8), es decir, 83 años después de que el hielo fuese depositado en Siple.

Una suposición ad hoc, no apoyada por ninguna evidencia fáctica (3, 9), resolvió el proble-ma: se decretó arbitrariamente que la edad promedio del hielo fuese de exactamente 83 años más joven que la del hielo en la que estaba atrapado. La información "corregi-da" del hielo fue entonces alineada con el registro de Mauna Loa (Figura 1B), y reproducida en innumerables publicaciones como la famosa "curva Siple". Sólo 13 años más tarde, en 1993, los glaciólogos intentaron probar experimentalmente la "suposición del hielo" (19), pero fracasaron. (9)


Figura2: Los valores medios de las mediciones de CO2 atmosférico de hielos de Europa, Norte América y Perú, entre 1800 y 1955. Los valores entre 1860 y 1900 encerrados por círculos, fueron seleccionados arbitrariamente por Callendar (12) para estimar en 292 ppmv la concentración media del CO2 del Siglo19. Slocum (19), demostró que, sin esa selección arbitraria de datos, la media del Siglo 19 sería de 335 ppmv. Rediseñado a partir de la referencia (3)

La noción de los bajos niveles pre-industriales de CO2, basada en un conocimiento tan pobre, se convirtió en un Cáliz Sagrado muy aceptado para los modelos del calentamiento del clima. Los modeladores ignoraron la evidencia de las mediciones directas de CO2 en el aire que indicaban que en el Siglo 19 la concentración promedio era de 335 ppmv (11) (Figura 2). En la Figura 2 los valores encerrados dentro de círculos muestran una selección prejuiciada de la información, usada para demostrar que en el Siglo 19 la concentración promedio del CO2 era de 292 ppmv (12).

Un estudio de la frecuencia de estomas en las hojas fósiles depositadas en el fondo de lagos en Dinamarca durante el Holoceno, muestra que hace 9400 años el nivel del CO2 atmosférico era de 333 ppmv, y hace 9600 años era de 348 ppmv, desvirtúa el concepto de que las concentraciones de CO2 eran bajas y estables hasta el arribo de la revolución industrial. (13).

La manipulación indecorosa de la información y el rechazo arbitrario de lecturas que no se ajustan a la idea preconcebida del calentamiento provocado por el hombre, es común en muchos estudios glaciológicos sobre los gases de invernadero. En publicaciones con "peer review" yo expuse este mal uso de la ciencia (3, 9). Desafortunadamente, ese mal uso no está limitado a publicaciones individuales, sino que también aparece en documentos de organizaciones nacionales e internacionales.

Por ejemplo, el IPCC no sólo basó sus informes en una "Curva Siple" falsificada, pero en su Informe 2001 (14) usó como buque insignia al "palo de hockey" de la temperatura, tra-tando de mostrar que no hubo un Calentamiento Medieval, como tampoco una Pequeña Edad de Hielo, y que el Siglo 20 fue excepcionalmente cálido. La curva fue crédulamente aceptada a partir del artículo de Mann et al., publicado en la revista Nature en 1998. (15). En una crítica demoledora, dos grupos independientes de científicos de otras disciplinas fuera de la climatología, (16, 17) (es decir, no apoyados por el pozo de miles de millones de dólares "climáticos"), culparon de manera convincente al estudio de Mann et al., de manipulación indecorosa y rechazo arbitrario de datos.

Surge ahora la cuestión de ¿Cómo un estudio con metodología tan pobre, que contradecía cientos de otros excelentes estudios que demostraban la existencia del alcance global del Calentamiento Medieval y de la Pequeña Edad de Hielo, pudo pasar con éxito el proceso de peer review para NATURE? ¿Y cómo pudo pasar el proceso de revisión de los pares del IPCC? La aparente debilidad del IPCC y su falta de imparcialidad fue diagnosticada y criticada a principios de los años 90 en los editoriales de Nature. (18, 19) La enfermedad parece ser persistente.

Conclusión

La base para la mayor parte de las conclusiones del IPCC sobre las causas antropogénicas y de las proyecciones del cambio climático es la suposición del bajo nivel de CO2 en la atmósfera pre-industrial. Esta suposición, basada en estudios glaciológicos, es falsa. Por consiguiente, las proyecciones del IPCC no deberían ser usadas para el planeamiento nacio-nal o internacional de las economías. El climáticamente ineficiente y económicamente desastroso Protocolo de Kioto, basado en las proyecciones del IPCC, fue correctamente definido por el Presidente George W. Bush como "fatalmente defectuoso". Esta crítica fue seguida recientemente por el Presidente Vladimir Putin. Espero que sus visiones racio-nales puedan salvar al mundo del inmenso daño que podría inducirse por la implementación de las recomendaciones basadas en ciencia distorsionada.

Referencias

1. Jaworowski, Z., Stable lead in fossil ice and bones. Nature, 1968. 217: p. 152-153.

2. Mulvaney, R., E.W. Wolff, and K. Oates, Sulpfuric acid at grain boundaries in Antarctic ice. Nature, 1988. 331(247-249).

3. Jaworowski, Z., T.V. Segalstad, and N. Ono, Do glaciers tell a true atmospheric CO2 story? The Science of the Total Environment, 1992. 114: p. 227-284.

4. Shoji, H. and C.C. Langway Jr., Volume relaxation of air inclusions in a fresh ice core. Journal of Physical Chemistry, 1983. 87: p. 4111-4114.

5. Neftel, A., et al., Evidence from polar ice cores for the increase in atmospheric CO2 in the past two centuries. Nature, 1985. 315: p. 45-47.

6. Friedli, H., et al., Ice core record of the 13C/12C ratio of atmospheric CO2 in the past two centuries. Nature, 1986. 324: p. 237-238.

7. IPCC, Climate Change - The IPCC Scientific Assessment. ed. J.T. Houghton et al. 1990, Cambridge University Press: Cambridge, pp. 364.

8. Boden, T.A., P. Kanciruk, and M.P. Farrel, TRENDS '90 - A Compendium of Data on Global Change. 1990, Oak Ridge National Laboratory: Oak Ridge, Tennssee, pp. 257.

9. Jaworowski, Z., Ancient atmosphere - validity of ice records. Environ. Sci. & Pollut. Res., 1994. 1(3): p. 161-171.

10. Schwander, J., et al., The age of the air in the firn and the ice at Summit, Greenland. J. Geophys. Res., 1993. 98(D2): p. 2831-2838.

11. Slocum, G., Has the amount of carbon dioxide in the atmosphere changed significantly since the beginning of the twentieth century? Month. Weather Rev., 1955(October): p. 225-231.

12. Callendar, G.S., On the amount of carbon dioxide in the atmosphere. Tellus, 1958. 10: p. 243-248.

13. Wagner, F., et al., Century-scale shifts in Early Holocene atmospheric CO2 concentration. Science, 1999. 284: p. 1971-1973.

14. IPCC, Climate Change 2001: The Scientific Basis., ed. J.T. Houton et al. 2001, Cambridge: Cambridge University Press, pp. 892.

15. Mann, M.E., R.S. Bradley, and M.K. Hughes, Global-scale temperature patterns and climate forcing over the past six centuries. Nature, 1998. 392: p. 779-787.

16. Soon, W., et al., Reconstructing Climatic and Environmental Changes of the past 1000 years: A Reappraisal. Energy & Environment, 2003. 14: p. 233-296.

17. McIntyre, S. and R. McKitrick, Corrections to the Mann et al. (1998) proxy data base and Northern hemispheric average temperature series. Energy & Environment, 2003. 14(6): p. 751-771.

18. Editorial, A., IPCC's ritual on global warming. Nature, 1994. 371: p. 269.

19. Maddox, J., Making global warming public property. Nature, 1991. 349: p. 189.



Fin de la declaración de Jaworowski



Lo que sigue no es parte de la declaración, sino que ha sido añadida por nosotros:

Por lo menos relacionado en parte con la Referencia 13, Rápido Cambio Atmosférico del CO2 Asociado con el Evento de Enfriamiento de hace 8,200 años" contiene información adicional de las indicaciones de las estomas sobre el contenido del CO2 en la atmósfera del Holoceno, en exceso de 280 ppmv.

Para información adicional sobre la Referencia 17, ver las páginas en Internet de McIntyre y McKitrick.



En el siguiente gráfico de temperaturas tomado del estudio de D. Dahl-Jensen, et al., publicado en Science en 1998, y que forma parte del artículo de Jaworowski en nuestro sitio en Los Ciclos Solares, No el CO2 Determinan al Clima, se puede apreciar con toda claridad que las temperaturas eran mucho más altas hacia finales del primer milenio de la Era Cristiana que en la actualidad.

FIGURA 5: TEMPERATURAS DIRECTAS MEDIDAS EN LA
PERFORACIÓN DE UN GLACIAR DE GROENLANDIA

Los copos de nieve que caen a través de la atmósfera tienen la misma temperatura del aire circundante. El hielo formado por estos copos de nieve conduce muy mal a la temperatura, y su temperatura original es retenida durante miles de años. Se muestra en (A) La temperatura del aire sobre Groenlandia en los últimos 8.000 años, donde es visible el llamado Calentamiento Holocénico (3.500 a 6.000 años atrás).

(B) Nuestra época, mostrando el Calentamiento medieval, (900-1100) y la Pequeña Edad de Hielo (1350-1880).

Fuente: D. Dahl-Jensen, et al., 1998, "Temperaturas del Pasado Directamente de la Capa de Hielo de Groenlandia" Science, Vol. 282, No. 9, (October), pp. 268-271.



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