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La Nueva Industria del Litigio del Calentamiento Global: Los Eco-Activistas Agregan Más Litigios Basura.

por Paul Driessen
(Autor del libro: EcoImperialismo: Poder Verde - Muerte Negra)

Para ultraje de los ecologistas ideológicos y ciertos segmentos de la “comunidad internacional”, los Estados Unidos no ratificarán al protocolo de Kioto –que algunos aparentemente creen que garantizará una “felicidad para siempre” en una planeta donde las temperaturas permanecerán fijas en un espectro de uno o dos grados, la lluvia nunca cae hasta después de la puesta del Sol, y los inviernos se marchan el 2 de marzo en punto. (O septiembre 2, en el Hemisferio Sur)

Todavía peor, ellos gimen que el Presidente 'Darth' Bush ha establecido un terrible ejemplo: Australia tampoco firmará el tratado, y menos todavía China, India, Brasil, los países en desarrollo o aún la Argentina, los muchachos que han sido anfitriones del último fiestón de “cena del calentamiento global y champagne en hotel de cuatro estrellas”. Y ahora Italia está volviendo las espaldas al tratado. Todos ellos reconocen que los estrictos límites de emisión obstaculizarán su futuro desarrollo económico, para ninguna ganancia ambiental en retorno.

Los alarmistas del clima se enzarzaron en sus bufonadas usuales, pero no pudieron llevarse el premio que habían venido a buscar: la entrada en vigor de un tratado que les daría a ellos y a los burócratas internacionales control sobre las economías, energía y estilo de vida de cualquier persona en la tierra. Entonces recurrieron al Plan B, con la esperanza de que generaría un tsunami tipo “El Día Después de Mañana,” de litigios que harían que los juicios por los implantes de silicona, el asbestos y las tabacaleras parezcan ensayos de comparsas sin vestuario.

EarthJustice, Friends of the Earth, el Centro para la Ley Internacional, y otros grupos estuvieron ocupados en Buenos Aires, convenciendo a la los pueblos Inuit del Ártico y a los Indios para demandar judicialmente a una ristra de corporaciones por “genocidio climático”, o algo parecido. Las tradiciones de subsistencia de los Inuit están amenazadas, dicen ellos, por el calentamiento catastrófico causado por nuestro licencioso uso de los combustibles fósiles. Intentando pintar sus reclamos con un ligero barniz científico, estaba el Dr. Robert Corell, cabeza del estudio Arctic Impact Assessment (ACIA, o Evaluación del Impacto Climático en el Ártico) que hizo que el New York Times, el Washington Post, el London Guardian y otros medios liberales se volviesen locos de ansiedad.

“Muy severo y veloz cambio de clima en el Ártico,” niveles del mar que crecen, causado por el proyectado derretimiento de Groenlandia, cambio en los hábitat de animales, y posibles desplazamientos de las corrientes oceánicas, “presentan serios retos a la salud humana y la seguridad de los alimentos, y posiblemente a la supervivencia de algunas culturas,” entonó con solemnidad el Dr. Corell. Aún ahora, el tiempo “anormalmente cálido” estaría causando la desaparición de vida silvestre, y que las motos de nieve de los Inuit se despeñen por las grietas del hielo. Para apoyar esas afirmaciones Apocalípticas, Corell presentó un conjunto de deslumbrantes gráficos y mapas.

Pero el talón de Aquiles de su teoría del Armagedón climático reside en un gráfico de temperatura que muestra una tendencia de 33 años de calentamiento, durante la cual la temperatura creció casi 1,5º C. “Proyecten eso en una línea recta,” dijo el Dr. Corell, “y es fácil de predecir un pico de temperatura devastador de 4,5º C a 8,1º C durante el próximo siglo.” La subida del mar inundará a Nueva York, Bangladesh, y los Cayos de la Florida, como otro lustroso gráfico demostraba.

Afortunadamente, se trata nada más que material de películas de horror de Hollywood. No sólo el estudio del ACIA está errado. Es tan plausible como la ciencia que vimos en “El Día Después de Mañana.”

Los espantosos escenarios dependen únicamente de la deliberada selección hecha por el Dr. C del período entre 1971 y 2003, y su falsa suposición de que esta tendencia seguirá – para siempre. Relativamente frío en 1971… cálido en el 2003… derretimiento del Ártico para el 2100, si no detenemos el uso de los combustibles fósiles de inmediato.

¿Pero que pasaría si él y su equipo hubiesen elegido otra ventana, apenas unos pocos años antes – tales como el período 1938-1966? Durante esas tres décadas, las temperaturas del Ártico BAJARON 3º C según los estudios de investigadores Canadienses, Rusos, Norteamericanos, y de muchas otras nacionalidades. A este ritmo, modelos computados igualmente errados podrían mostrar que las temperaturas descenderán un tremendo 12º C en apenas un siglo – y alcanzar la temperatura del hielo seco (-80º C) en sólo cinco siglos. Ni hablar del impacto sobre la vida silvestre y la cultura de los Inuit.

Este escenario es tan carnavalesco – o tan serio y razonable – como los escenarios que Corell y Cía están traficando. En realidad, es sólo una ligera exageración de lo que sus predecesores – los alarmistas del enfriamiento global que se han transformado ahora en los alarmistas del calentamiento global – hicieron en los años 70.

Era entonces cuando ellos, Newsweek (ver su edición del 28 de abril, 1975), y ansiosos colegas se estaban preocupando por los desastres agrícolas que había traído el enfriamiento global – naturalmente, a causa de nuestro licencioso uso de los combustibles fósiles. Si hubiesen sido entonces lo bastante rápidos, como lo son ahora, podrían haber descubierto a algunos nativos en Hawai (o Tuvalu) que demandasen judicialmente para detener ese genocidio cultural.

Sin embargo, es un hecho comprobado que aquí, en el Planeta Tierra, nuestro clima puede ser tan impredecible y cíclico como las variaciones solares y orbítales que juegan un rol preponderante en la determinación del clima. De tal manera, tenemos cambios en las temperaturas más o menos cada 40 años, y cambios mucho más significativos cada algunos cientos de años – en medio de períodos interglaciales que están marcados por masivas muros de hielo de que fluyen desde este mismo Ártico, obliterando todo a su paso: bosques, la última vez, quizás ciudades y países enteros la próxima.

Sin embargo, el movimiento ecologista global, ha retratado a nuestro planeta durante mucho tiempo como una utopía estable e idílica – hasta que gente perversa, corporaciones y tecnologías lo arruinaron todo. Tiene un bonito sonido a “Jardín del Edén”. Pero ignora a las Edades de Hielo, al Período Cálido Medieval, a la colonización vikinga de Groenlandia entre los años 950 y 1300, cuando la gente realmente podía cultivar allí, y una Pequeña Edad de Hielo (1350-1850) cuando los mares del norte estaban bloqueados de hielo y Europa sumergida en una era de tiempo helado, húmedo y tormentoso que destruía cultivos, causaba hambrunas, y diezmaba poblaciones, comunidades y culturas.

El amplio registro histórico de estos eventos acentúa lo turbulento e incierto que ha sido siempre el clima de la Tierra. (Es muy dudoso que los cavernícolas, los vikingos, los alquimistas medievales, o una raza perdida de extraterrestres causaran esos cambios climáticos tan pronunciados.) Sugerir que hemos llegado, súbitamente, a un clima ideal inmutable puede servir a los fines políticos de los grupos de presión ecologistas, pero no se condice con la realidad científica e histórica.

Lo mejor que podemos hacer es continuar ajustándonos a los climas cambiantes, de la misma manera que lo hicieron nuestros antepasados. Después de todo, los Inuit sobrevivieron a los grandes calores de los años 30, cuando las temperaturas del Ártico eran más altas que las de hoy. Lo peor que podemos hacer es seguir las recetas de los alarmistas, amarrar a nuestras instituciones, renunciar a futuras mejoras en nuestra salud y prosperidad, e imponer la pobreza permanente sobre los pueblos más débiles de la Tierra – en nombre de prevenir un problema totalmente imaginario.

Si una firma de contadores emitiese un informe anual o una oferta de acciones tan desinformante y errada como el “análisis” del ACIA y otras afirmaciones sobre el clima, sus funcionarios y directores terminarían en la cárcel – y muy merecidamente. Por desgracia para nosotros, pero afortunadamente para los charlatanes del clima, no existen leyes que gobiernen y pongan freno a los grupos de presión ecologistas, o grupos semi-oficiales como el ACIA.

A largo plazo, necesitamos reformar nuestro sistema legal, para forzar normas básicas de honestidad, integridad, transparencia y responsabilidad para todos: para corporaciones con y sin fines de lucro por igual. A corto plazo, simplemente necesitamos aplicar las mínimas normas de credibilidad al Dr. Cornell, a los Amigos de la Tierra, Greenpeace, y sus querellantes Inuit, como ahora lo hacemos con Enron, WorldCom, Arthur Anderson, y otras compañías que bicicletearon y estafaron a sus empleados e inversores en billones de dólares.

Las apuestas son altas en estos momentos – porque los activistas amenazan con destrozar nuestra economía global, tecnología, salud y prosperidad, para “salvaguardarnos” de un “riesgo” que no es más real que un Tyrannosaurus rex emergiendo de un pedazo de resina del Cretácico.


Paul Driessen es un consejero Senior del Congreso de Equidad Racial, del Comité Para un Mañana Constructivo, y del Centro para la Defensa de la Libre Empresa. Es autor de “Eco-Imperialismo: Poder Verde – Muerte Negra”. (www.Eco-Imperialism.com)

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