Variaciones a Escala Decanual
 en la Intensidad de El-Niño

por Dr. Theodor Landscheidt

Schroeter Institute for Research in Cycles of Solar Activity

Klammerfelsweg 5, 93449 Waldmuenchen, Germany

19 May 2003

 

 

1.  ¿Aumento de la Intensidad de El Niño en décadas recientes?

Desde 1976, los episodios de El Niño han sido más frecuentes y fuertes que en décadas previas, y Las Niñas se han convertido en raras excepciones (Trenberth y Hurrell, 1994). Las temperaturas superficiales del mar en el Pacífico Central y Ecuatorial se han mantenido anormalmente altas y las precipitaciones han sido bajas en áreas donde las condiciones secas acompañan normalmente a los eventos El Niño, como en Indonesia y el noreste de Australia. De manera especial, el consistentemente negativo Índice de la Oscilación del Sur (IOS) desde 1989 parece ser desusado cuando se lo compara con las observaciones de décadas previas. Trenberth y Hoar (1996) declaran que no hubo período en los últimos 120 años con tal intensidad de El Niño. Llegan a la conclusión, a partir de un modelo estadístico ajustado a los datos entre 1882 y 1981, que la ocurrencia de actividad de El Niño entre 1990 y 1995 tenía una probabilidad de uno en 2000 años de ser de origen natural. Como se podría esperar, ellos afirman que el calentamiento global inducido por el hombre es el culpable.

 

Un análisis de los datos históricos, que se remonta hasta el Siglo 16 demuestra que ese juicio está equivocado. Quinn, Neal y Antúnez de Máyolo (1987) publicaron una cronología histórica de los eventos El Niño que cubre el período 1525–1987. Está basado esencialmente en registros de lluvias anormales en el norte del Perú. Los datos están en buena concordancia con la documentación de registros históricos elaborados por Ortlieb (2000). Cinco años después de la primera publicación, Quinn (1992) publicó una cronología ligeramente corregida que está disponible en internet (JISAO, 2003). Esta investigación se basa en ese estudio.


El Index Quinn 1525 a 1987 asigna a cada año de la lista un valor tomado de siete categorías que van del 0 (neutro o frío) a 6 (muy fuerte). Yo transformé los datos observados después de 1987 para extender el Index hasta el año 2000. Utilicé datos sólo desde 1530 en adelante para obtener 47 décadas completas. Para cada una de estas décadas computé el promedio de 10 valores de Quinn para medir la frecuencia y severidad de los episodios de El Niño dentro de sus respectivas décadas. La figura 1 muestra los resultados.

 

La información fue sometida a un suavizado kernel Gaussiano. Los puntos de datos caen al medio de la década respectiva. Se puede ver que el pico en años recientes no es más alto que en los picos sobresalientes previos alrededor de 1570 y 1880. Un ajuste de línea recta de menores cuadrados rinde una ligera tendencia ascendente que es casi horizontal. Este tipo de ajuste, sin embargo, no es robusto con respecto a errores. La línea de tendencia ploteada en la Figura 1 es robusta dado que está basada en cuadrados de menor recorte. Muestra una tendecia ligeramente descendente. En ambos casos, las respectivas tendencias están muy lejos de ser estadísticamente significativas. Las variaciones de El Niño de las recientes décadas no van más allá del nivel natural observado en los últimos 500 años. De manera concordante, hasta el autor del IPCC Schönwiese (1994) no encontró ninguna tendencia ascendente en la información sobre El Niño.

2. El Ciclo de 179 Años del Moviento Solar y
    Clústeres de Notables Episodios de El Niño.

Los datos de intensidad de la Fig. 2 fueron sujetos a un suavizado kernel Gaussiano de ventana movible (Lorczak) de un ancho de banda 60. Los amplios intervalos entre los altos picos y profundas simas apuntan a un patrón cíclico en la escala intercenturias. Si fuese posible encontrar un ciclo predecible, estrechamente ligado a este patrón, esto sería un gran paso adelante ya que es muy importante saber cuándo se deben esperar acumulaciones de fuertes El Niño o Las Niñas cubriendo dos o más décadas.”

Un examen más cuidadoso muestra un cambio en el ciclo de 179 años del movimiento del Sol alrededor del centro de masas del sistema solar que se ajusta a la distribución cíclica. José (1965) ha descubierto patrones en la tasa de cambio del momento angular orbital del Sol que se repiten a intervalos de 17,8 años. En su pionero análisis computado del movimiento del Sol él descubrió que las manchas solares también siguen un ciclo de esta longitud. De acuerdo a Dansgaard et al., (1973), un período de 181 años, muy cerca de 179 años, es la caracteristica cíclica fundamental del perfil del isótopo de oxígeno de las probetas de hielo de Camp Century. Esto indica una conexión con el clima que he expuesto en numerosos estudios (Landscheidt, 1983-2003).


El ciclo de José puede ser cambiado arbitrariamente. Yo he demostrado, sin embargo, que tiene fases iniciales bien definidas que caen, por ejemplo, en 1545.1, 1723.3, 1901.8, y 2080.7. En cuanto a un ploteo del ciclo de 179 años, al que llamo ciclo de perturbación largo (CPL) yo les refiero a la Figura 3 de mi estudio "on-line" “Trends in Pacific Decadal Oscillation (PDO) subjected to solar forcing “ (Landscheidt, 2001 b). Este "paper" muestra que el CPL juega un rol importante en la predicción de regímenes frìos y càlidos de la Oscilación Decanual del Pacífico (ODP, o PDO por sus siglas en inglés "Pacific Decadal Oscillation").


En la Figura 2 del presente artículo, las fases inicales LPCZ (o Ciclo de Perturbación Largo) están marcadas por triángulos. La correlación con los tres picos notables de intensidad dentro de un intervalo de casi 500 años es tan nítido que justifica el pronóstico de que la próxima acumulación de notables El Niño comparables con décadas de intensa actividad de El Niño alrededor de los LPCZs 1545, 1723, y 1901 debe ser esperada para alrededor del año 2080. Dado que los picos alrededor de los pasados LPCZs en la Figura 2 están separados por profundos valles, futuras intensidades de La Niña deberían predominar sobre la frecuencia y fuerza de los Niños hasta cerca del 2060. Esto se mostrará en detalle en el próximo capítulo.

Como los episodios de El Niño y La Niña tienen un fuerte impacto sobre las temperaturas globales, dentro de las pròximas cinco o seis décadas deberìa desarrollarse una tendencia hacia el enfriamiento global, en vez de un calentamiento global. Esto confirma las conclusiones de mi artículo ¿Nueva Edad de Hielo en Vez de Calentamiento? (Landscheidt, 2003 b) basado en un enfrentamiento diferente.

3. Ciclo de 36 años del Moviento Solar ligado a las variaciones decanuales de la intensidad de El Niño

Yo he demostrado que la Oscilación del Atlántico Norte (OAN), la Oscilación Decanual del Pacífico (ODP), El Niño y La Niña, los extremos en las anomalías de las temperaturas globales, sequías en Àfrica y los EEUU, como también las inundaciones en Europa están ligadas a los ciclos en el movimiento orbital del Sol alrededor del centro de masas del sistema solar (Landscheidt, 1983-2003). La tasa de cambio del momento angular orbital del Sol L, la fuerza rotatoria L/dt que impulsa al movimiento orbital del Sol (par o "torque"), forma un ciclo par o de torque de un largo medio de 16 años (Landscheidt, 2001 a,b). Las perturbaciones en el curso sinusoidal de este ciclo se repite en intervalos casi periódicos y marca las fases cero de de un ciclo de perturbación (CP) de un largo medio de 35.8 años. En cuanto a los detalles, refiero al lector a la Figura 2 en mi estudio "on-line"Solar eruptions linked to North Atlantic Oscillation (Landscheidt, 2001 a) En cuanto a los detalles e implicaciones físicas del movimiento orbital irregular del Sol hago referencia a mis artículos “New Little Ice Age instead of global warming?” "Pequeña Edad de Hielo en Vez de Calentamiento Global?" (Landscheidt, 2003) y “Extrema in sunspot cycle linked to Sun’s motion", (Landscheidt, 1999).


Las fases de mayor perturbación (GP en la figura) y menor perturbación (LP en la figura) en el ciclo de torque (TC en la figura) son las principales fases en el ciclo de perturbación de 36 años. Ellas juegan un rol importante en la predicción a largo plazo de diversos fenómenos del clima. Ellas indican, por ejemplo, los picos de regìmenes de las Oscilaciones Decanuales del Pacífico (ODP) càlidas y las fases más frías de los regímenes fríos de las OPD (Landscheidt, 2001 b) y están estrechamente ligadas a extensos eventos secos y lluviosos medidos en el Índice de Sequías de los EEUU (Landscheidt, 2003 a). Diaz y Pulwarty (1994) hallaron que el registro de Quinn sobre El Niño exhibe significativo poder espectral sobre las frecuencias equivalentes a las longitudes de onda de 35 a 45 años. Este es sólo el rango de variaciones en el largo del CP (Ciclo de Perturbación) con un largo medio de 36 años. De modo que busqué conexiones entre los datos de Quinn y el CP.

La Figura 3 muestra el resultado: Las fases GPTC (o Ciclos de Mayor Perturbación) están indicadas por triángulos rojos, y las fases LPTC (Ciclos de Menor Perturbación) por triángulos azules. Las fases marcadas son consistentemente contemporáneas con extremos más detallados de la ligeramente suavizada distribución de la intensidad decanual de El Niño. Como lo he señalado en casi todos mis "papers", las inversiones de fase alrededor de las fases iniciales de los ciclos del movimiento solar son un fenómeno natural en las relaciones Sol-Tierra. Como las respectivas fases cero pueden ser computadas, esto abre la posibilidad de tomar en cuenta la posibilidad de una inversión de fase. En la Figura 3 las fases iniciales del ciclo de 179 años (LPCZ) están indicadas por puntas de flechas. De manera que resulta fácil de ver que hay una inversión de fase ligada al LPCZ en 1723. Antes de esta fase inicial, todas las máximas de la intensidad del Niño estaban ligadas a GPTCs (triángulos rojos) y después de él, todos mínimos. Con los LPTCs (triángulos azules) se invierte el orden.


Una pocas fases principales en el ciclo de 36 años, indicadas por círculos abiertos rojos y azules, no muestran una conexión nítida con los extremos en la curva suavizada. Concuerdan, sin embargo, con conjuntos de datos más detallados y se ajustan con la secuencia ordenada de triángulos rojos y azules que marcan las respectivas fases de Ciclos de Perturbación. Tales excepciones ocurren solamente alrededor de LPCZ dominantes.

 

El próximo LPCZ está lo suficientemente lejano. En las próximas décadas el patrón mostrado en la Figura 3 debería estar libre de inestabilidades de cualquier tipo. De manera que espero un mìnimo decanual en la intensidad de El Niño hacia el 2007 (GPTC), un màximo hacia el 2025 (LPTC), y posteriores mínimos hacia el 2044 (GPTC). Como se puede leer en la Figura 3, estas fases ayudan a fijar la temporalidad, y no la amplitud del respectivo extremo.


Aquí los LPCZs entran como un nuevo factor marcado en la Figura 3 por cìrculos rellenos en la parte superior. Ellos indican raras fases retrógradas en el movimiento del Sol (RS) que van junto a un momento angular orbital negativo. En mi estudio “Extrema in sunspot cycle linked to Sun’s motion” (Landscheidt, 1999) he demostrado que ellas van junto a las acumulaciones de actividades eruptivas extremas en el Sol. Esto es importante ya que el efecto del conjunto de ciclos del movimiento solar de diferentes largos no está basado en variaciones relativamente débiles de la irradiancia solar, sino en la enérgica actividad eruptiva que tiene un fuerte impacto sobre el clima. Para mayores detalles, refiero al lector al Capítulo 4 de mi estudio “Long-range forecast of U.S. drought based on solar activity" (o traducido al Español: "Pronóstico a largo plazo de sequías en los EEUU basado en la actividad solar", (Landscheidt, 2003 a).


Resulta fácil de ver en la Figura 3 que todas las instancias de actividad pico están agrupadas alrededor de las épocas de LPCZ y RS. Todos los períodos de débil intensidad caen entre medio de estas épocas. De manera que las fases PC (ciclos de perturbación) en el 2007 y 2025 deberían ir acompañadas de amplitudes como las indicadas por los respectivos triángulos, y la mínima intensidad hacia el 2044 debería tener una gran amplitud negativa. En general, hasta el 2060, no deberían ocurrir grandes El Niños como los de 1982/1983 y 1997/1998, pero deben esperarse fuertes La Niña. Sòlo después de 2060, con la mayor probabilidad hacia 2080, deberían emerger nuevas y fuertes acumulaciones de eventos El Niño.

4.  Perspectiva Futura

Contrariando las vagas historias de prensa que el IPCC publicita para especular acerca de un calentamiento global inducido por el hombre de hasta 5.8ºC para el 2100, el pronóstico presentado aquí está basado en en datos que cubren medio milenio. Existe un fondo teórico, pero el pronóstico no se basa en él. La confiabilidad de los ciclos de movimiento solar involucrados han sido comprobados por 13 bien documentados pronósticos a largo plazo de diversos fenómenos climáticos que resultaron estar en lo cierto sin excepción. (Landscheidt, 1983-2003).

 

De manera pertinente, esto incluye los últimos tres El Niño. Me han dicho adherentes del IPCC que no hay nada especial acerca de predecir correctamente a los eventos El Niño. Ellos citan al informe de Kerr (1998) en Science titulado “Models win big in forecasting El Niño.” Landsea y Knaff (2000), que emplearon una herramienta estadística para evaluar la capacidad de 12 modelos del clima de alto "ranking" en las predicciones en tiempo real del desarrollo de El Niño de 1997-1998, encontraron sin embargo que los modelos exhibían de manera esencial ninguna capacidad para predecir el evento con antelaciones de 0 a 8 meses. Debe notarse que mi último y muy preciso pronóstico de El Niño, basado exclusivamente en la actividad solar, fue realizado más de tres años antes de que el evento ocurriese. (Landscheidt, 2002).

 

Cuando se enfrenta uno a un sistema de absoluta complejidad como es el clima, no hay otra manera de comprobar las hipótesis que por medio de experimentos de predicción no triviales. De manera que este pronóstico a largo plazo del clima, basado únicamante en la actividad solar, podría servir como piedra fundamental para la afirmación del IPCC que desde 1950, o al menos en décadas recientes, la actividad variable del Sol no tuvo prácticamente ningún efecto sobre el cambio climático. 


Referencias

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