Por Luisa Corradini
Para LA NACION - Lunes 30 de enero de 2006
PARIS.– “Sería suicida no pensar en reactivar la energía nuclear”, proclamó el español Joaquín Almunia, responsable de Asuntos Económicos y Monetarios de la Unión Europea (UE).
Cuando lanzó esa advertencia, hace una semana, Almunia pensaba en el escalofriante pano-rama que presenta el futuro inmediato de Europa en materia energética.Los expertos de Bruselas creen que el mundo industrializado se encuentra frente a la amenaza más grave desde la “guerra del petróleo”, de 1973. Ese escenario de crisis se apoya en cinco hipótesis que pueden convertirse en realidad en el corto plazo:
Una estampida de los precios del petróleo. Irán presiona a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) para que reduzca sus ventas en 1 millón de barriles diarios (mb/d), con el fin de impulsar un alza de precios. La OPEP exporta actualmente 28mb/d, cifra que representa un tercio del consumo mundial de 84 mb/d. En ese contexto, un barril a 100 dólares no es una perspectiva "insensata", reconoció David Butter, economista jefe del Economist Intelligence Unit. El barril marcó su récord histórico de US$ 70,85 en agosto de 2005.
Una penuria de abastecimiento provocada por la suspensión de las exportaciones sau-ditas. Arabia Saudita, que produce 9,5 mb/d, podría compensar una reducción de las exportaciones de Irán. Pero necesitaría varios meses para activar su capacidad adi-cional, estimada en 1,5 mb/d. Aunque las economías occidentales tienen reservas que equivalen a 90 días de consumo, la "sensación" de penuria alcanzará para provocar una ola de pánico y una espiral especulativa de precios.
Los temores que suscita la política rusa sobre el gas. El reciente chantaje del presiden-te Vladimir Putin a Georgia y Ucrania en materia de precios y abastecimiento mostró que Moscú podría aplicar la misma arma con Europa.
El consumo de energía aumenta en forma exponencial. Al ritmo actual, dentro de 20 o 30 años será imposible responder a la demanda. El consumo per cápita pasará de 8,3 kilovatios hora por año en 2002 a 10,6 en 2025, según una proyección divulgada en el International Energy Outlook 2005, del gobierno norteamericano.
La situación crítica que presenta el deterioro del medio ambiente. "El mundo pasó el punto de no retorno en materia de emisiones de gas carbónico", afirma un informe de la Fundación Robert Schuman publicado la semana pasada en París. La mayoría de los científicos admite que las energías fósiles están causando daños irreparables en la atmósfera que comprometen la supervivencia del planeta.
En ese marco crítico, Europa comienza a tomar conciencia de los riesgos que implica la situación de extrema dependencia en materia energética: las importaciones, que actualmente representan el 50% de su consumo, se elevarán al 70% en 2030. La dependencia será del 90% con el petróleo, del 70% con el gas y del 100% con el carbón. Para sacarse de la garganta esa mano que amenaza con asfixiarla, Europa decidió revisar criterios que permanecían cristalizados desde la década del 70.
Hasta ahora la política de la UE funcionaba sobre la base de la denominada "ecuación de las tres E": crecimiento económico, seguridad energética y protección del entorno (medio ambiente). A esos parámetros, que comienzan a ser insuficientes, ahora hay que agregar la "ecuación de las tres S": seguridad de aprovisionamientos, seguridad de las instalaciones, y solidez y estabilidad del mercado.
Según el criterio de los expertos, la energía nuclear representa, en ese contexto, la solución más barata, segura y limpia. La opinión pública, que durante el último cuarto de siglo se había opuesto tenazmente a la opción atómi-ca, abandona su resistencia y se inclina ante los imperativos de la realidad.Varios gobiernos europeos lanzaron el debate para preparar el cambio de orientación. Durante su viaje a Bruselas el 24 del actual, el ministro de Economía francés, Thierry Breton, propuso una política europea de energía "basada en la reactivación del programa nuclear".
Más radical es el giro de Gran Bretaña, donde el primer ministro laborista Tony Blair había prometido en 2003 no construir más centrales nucleares. Ahora su ministro de Energía, Malcolm Wicks, presentó la opción nuclear como la alternativa más razonable frente a la inseguridad política del abastecimiento y a la destrucción del medio ambiente.
Alemania, que pensaba cerrar sus centrales antes de 2024, decidió reabrir el debate. "Hay que examinar el equilibrio entre nuestras diferentes fuentes de energía, incluyendo la nuclear", se atrevió a decir el ministro de Economía, Michael Glos.
Holanda, otro país hostil a la energía nuclear, decidió prolongar hasta 2033 el funcionamiento de su única central, que debía cerrar en 2013. "La discusión sobre la energía nuclear no está terminada", advirtió el primer ministro Jan Peter Balkenende.
Hasta Italia, que en 1987 renunció por referéndum a la energía nuclear y no tiene ninguna central en su territorio, comenzó a cambiar de idea: el 47% de los italianos acepta ahora la energía nuclear, según una encuesta publica-da por el semanario L´Espresso.
Incluso Japón, único país que sufrió un ataque con armas atómicas en 1945, también terminó por reactivar su programa nuclear. En Estados Unidos, el Instituto de Energía Nuclear (NEI) prevé la construcción de 20 centrales antes de 2020.
Por otra parte, hay otros 30 reactores en construcción en 11 países, especialmente en Asia.
Además de las razones objetivas que obligan a recurrir a la energía nuclear, la opinión pública será probablemente menos hostil a las nuevas centrales, que son más económicas, más seguras y, sobre todo, más limpias gracias al "reciclado" completo de sus residuos radiactivos.
Frente a ese panorama, los expertos prevén un verdadero boom nuclear: "Desde ahora hasta 2050 se duplicará el consumo mundial de energía nuclear", para alcanzar a 20.000 Gtep (millones de toneladas de equivalente petróleo), pronostica Philippe Pradel, director de la Comisión de Energía Atómica francesa (CEA).
Nuevas tecnologías
Eso significa que en el próximo medio siglo se cuadruplicará la capacidad electronuclear del mundo, alimen-tada actualmente por 442 reactores distribuidos en 31 países.
Para hacer frente a ese desafío, los 10 países que integran la elite nuclear mundial (Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Japón, la Argentina, Brasil, Canadá, Sudáfrica, Corea del Sur y Suiza), agrupados en un foro internacio-nal creado en enero de 2000, se fijaron como objetivo desarrollar los reactores de cuarta generación para equipar las futuras centrales.
Los reactores de segunda generación que operan actualmente descienden de las primeras centrales, inauguradas en los años 50, que no utilizaban uranio enriquecido.
La segunda generación entró en servicio después de la crisis petrolera de 1973 con el desarrollo de reactores de agua pesada y de agua liviana presurizada. La tercera generación está en etapa preparatoria con la implantación del reactor europeo de agua presurizada de Flamenville (Francia), que comenzará a producir sus primeros kilovatios en 2010-2012.
La cuarta generación entró hace pocos meses en una fase activa cuando un consorcio internacional aprobó un presupuesto de 15.000 millones de dólares para construir en Cadarache, (Francia), el Reactor Internacional Experimental Termonuclear (ITER, por sus siglas en inglés). El primer prototipo del ITER recién podrá comenzar a funcionar a escala industrial en 2030-2035 con una potencia de 1500 a 1600 megavatios.
Esos reactores serán, teóricamente, los últimos antes de que el hombre pueda producir energía de fusión, inspirada en el sol. Pero esa aventura aún está lejos de las actuales inquietudes que suscitan el petróleo a 100 dólares el barril, las amenazas de Irán y la pesadilla de una eventual escasez de abastecimiento.
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